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El cielo en las manos de Estudiantes de La Plata

Fue un club que se fue acostumbrando a las hazañas, que de a poco fue sintiéndose protagonista y a quien el traje de figura le sentaba cada vez mejor. Dejó de lado su papel de partenaire para plantarse con la seguridad de aquel se siente protagonista principal. Las luces del neón futbolero que en su país, en el continente y en el mundo antes era para otros, aquel 16 de octubre de 1968 resplandecieron con su nombre: Estudiantes de La Plata campeón del Mundo.

Pero para que la película tuviera ese final feliz, hubo que atravesar un comienzo complejo, lleno de dificultades. En medio de flojas campañas, en 1965 asumió la dirección técnica del equipo un hombre que dejaría marcado a fuego su nombre en la institución: Osvaldo Zubeldía. Su sapiencia, conocimiento, paciencia y calidez humana, se entremezclaban para convertirse en referente ineludible de un grupo de futbolistas hambrientos de gloria, que le respondían ciegamente, con Carlos Bilardo como su mayor representante.

De a poco fueron llegando los resultados y en 1967 se consagró campeón del fútbol argentino, rompiendo la hegemonía que tenían los cinco cuadros grandes de su país desde el inicio del profesionalismo en 1931. Esa conquista le permitió disputar (y ganar) la Copa Libertadores del año siguiente, en tres ardorosas finales frente a Palmeiras.

Tras ello, en el horizonte asomaba otro sueño: ser campeón del mundo. Para ello debería superar en dos partidos al poderoso Manchester United, que era liderado por el genial Bobby Charlton y donde lucía toda su habilidad y desparpajo el talentoso George Best.

La primera final fue en el estadio de Boca Juniors el 25 de septiembre y Estudiantes se impuso 1-0 con gol de Marcos Conigiario a los 27 minutos conectando de cabeza, dentro del área chica a donde se elevó sin marcas, un córner ejecutado por Felipe Ribaudo. Fue un cotejo muy trabado, donde sobresalió la tarea de Togneri, implacable marcador de Charlton.

El resultado estaba abierto para la revancha, a disputarse en el mítico estadio de Old Trafford el 16 de octubre. A diferencia de la ida, ésta fue un partido mejor jugador, de ida y vuelta, con más fútbol que pierna fuerte. Apenas se habían disputado 7 minutos, cuando se produjo uno de los goles más importantes en la historia de Estudiantes: tiro libre de gran precisión de Raúl Madero desde la izquierda, colocado con maestría en el segundo palo, por donde apreció Juan Ramón Verón, para conectar de cabeza y vencer al arquero Stepney.

Y allí se daba el juego preferido de los hombres de Zubeldía, que era administrar la ventaja y jugar con la desesperación del rival. Manchester estaba enceguecido y no podía hacer su fútbol. Cuando parecía que el 1-0 sería el resultado final, llegó el empate de Morgan a los 89. Pero ya no quedaba tiempo para nada. El pitazo del yugoslavo Zecevic determinó que Estudiantes de la Plata era el campeón de la Copa Intercontinental. El merecido premio a un grupo humilde, que tiño de rojo y blanco el planeta fútbol, elevándose hasta tocar el cielo con las manos.

Fecha: 16 de octubre de 1968 – Estadio: Old Trafford

Manchester United: Stepney; Dunne, Foulkes, Sadler, Brennan; Crerand, Charlton; Morgan, Kidd, Law (Sartori), Best. DT: Alexander Busby.

Estudiantes: Poletti; Malbernat, Aguirre Suárez, Madero, Medina; Bilardo, Pachamé, Togneri; Ribaudo (Echecopar), Conigliaro, Verón. DT: Osvaldo Zubeldía.

 

CONMEBOL.com

Eduardo Bolaños

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